Durante la pausa navideña, momento de reposo para el intelecto, parece que algunas mentes se conectan con la idea de que otra economía es posible. En el momento de publicar este artículo, nos encontramos con una completa reflexión de Ricardo Antón: Emprender hacia la #EcoSInuestra y su correspondiente réplica por parte de Julen Iturbe: EcoSInuestra en lugar de EcoNOmía. Tendemos a sentirnos pequeños ante semejantes cráneos privilegiados; a pesar de ello, haciendo gala de modestia, tiramos adelante con nuestra visión sobre la #EcoSInuestra.
Buena parte de nuestra experiencia profesional ha sido adquirida en torno al Tercer Sector y la Economía Social. Por ello, nos resulta difícil pasar por alto las implicaciones que en los próximos años la Internet de las Cosas (IoT) pudiera tener en este ámbito.
Tal y como afirma Javi Creus, creador del modelo Pentagrowth, Internet ha modificado las reglas de juego. Con la popularización del acceso a la red, en sus diferentes formas, nuestro estilo de vida se ha visto alterado de forma radical. Las redes sociales permiten conectar a personas que comparten intereses o necesidades, pero que no se conocen. Cada día surgen nuevas plataformas para compartir bienes y servicios (sharing) y transitamos de una lógica de la escasez a otra de la abundancia, donde todo es susceptible de ser compartido y el acceso al conocimiento ya no tiene barreras físicas, aunque sí económicas.
En este contexto, la llamada Internet de las Cosas (IoT) es algo más que miles de sensores y pequeños dispositivos conectados a una red de comunicaciones. Hablamos de una nueva infraestructura, de carácter inteligente, que posibilita la transición de modelos centralizados de producción basados en la economía de escala, a modelos distribuidos, que impulsan la nueva economía colaborativa.
En sectores estratégicos para la economía como la automoción y la energía, ya se han realizado algunos cambios. Por ejemplo, Local Motors, empresa de automoción apuesta por las microfábricas que, a modo de nodos, conecta con comunidades locales de personas apasionadas en el mundo del motor. Este post de Julen Iturbe lo ilustra perfectamente.
En cuanto a la generación de energía eléctrica, el modelo alemán, pivotado sobre energías renovables, apuesta por la descentralización de las plantas generadoras de fabricación, por un modelo de redes inteligentes de producción energética que comparten la electricidad generada por pequeños productores.
Algunas premisas que parecían invariables bajo las reglas del capitalismo comienzan a cambiar. Ya no es suficiente con ajustar los costes de fabricación. La Tercera Revolución Industrial, gracias a la fabricación inteligente y a una nueva infraestructura IoT, reduce de forma disruptiva los costes de producción. La fabricación aditiva recupera y reduce residuos; la servitización se perfila como un proceso por el que las empresas añaden valor a un producto terminado en forma de servicios asociados al mismo.
En este contexto, en lugar de un único capital monetario en las organizaciones, tal y como plantea Colaborabora, cada vez cobra más importancia la necesidad de un equilibrio de capitales. El rol de cliente es ampliado al rol de base o colchón social, las fuentes de financiación centralizadas son reforzadas por micromecenazgos. La reputación se convierte en moneda (Rifkin) y esta no se circunscribe únicamente a la calidad del servicio prestado; cuestiones como el respeto al medioambiente, la atención a los sectores sociales desfavorecidos y la igualdad de oportunidades tienen una influencia clave en la reputación de las organizaciones.
El anhelo de una sociedad donde las máquinas asuman las tareas más pesadas y liberen a las personas en su faceta creativa parece estar al alcance la mano. Pero, ¿qué sucede con las personas que son sustituidas por máquinas?
La Economía Social
Emerge otro modelo económico distribuido y basado en la colaboración donde las reglas de juego son fijadas por las correspondientes comunidades y palabras como ‘Procomún’ y ‘Común’ surgen una y otra vez. Entre la economía de mercado y la economía del procomún se sitúa la empresa de economía social.
Son empresas que funcionan bajo la lógica de la cuenta de resultados que garantiza la subsistencia de la organización y permite la consecución de sus objetivos sociales. Este tipo de empresa se sitúa en la economía productiva, a salvo de los capitales especulativos y su actividad se centra principalmente en sectores vinculados al reciclaje, al medio ambiente y a la responsabilidad social.
Las organizaciones de Economía Social y vinculadas a la economía social, llevan muchos años de ventaja en algunas de las cuestiones que ahora percibimos de gran importancia, como es la inclusión social de personas en el ámbito laboral y el cuidado del medio ambiente.
Antes de que existiera Internet, muchas de las organizaciones de la Economía Social fueron instituidas y financiadas gracias a la suma de microaportaciones de su colchón social. Demostraron que los residuos que generamos pueden ser una fuente de ingresos, hicieron más saludables nuestras ciudades, otorgaron sentido al concepto de Economía Circular, ensayaron formas de organización horizontales y cooperativas y, por si fuera poco, han conseguido resistir a la crisis gracias a sus capitales sociales.
Internet de las Cosas es una gran oportunidad para la Economía Social y, en un momento en el que los mecanismos de control de la nueva infraestructura de Internet de las Cosas están en juego, la Economía Social es una necesidad para construir una Internet de las personas.
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